Hablemos de
todas aquellas cosas que todos pensamos y solo unos cuantos nos atrevemos a
escribir.
Hablemos de esas pesadillas que nos atormentan por la noche y de esos
sueños por los que abrimos los ojos cada día.
Hablemos de nuestras listas de
prioridades.
Hablemos de nuestro futuro.
Hablemos del amor.
Hablemos del miedo.
Hablemos de nosotros, sobre usted, sobre mí, sobre nuestras historias, sobre
nuestras vidas.
Qué más da de que hablemos,
simplemente hagámoslo.
¿Qué hay de esas cosas que no
sabemos con quién compartir, pues creemos que nadie es suficientemente digno de
saberlas? ¿De esos miedos con los que pensamos tanto que noche tras noche hacen
cola en nuestra puerta para entrar en forma de horrorosas pesadillas? ¿Qué hay
del miedo a vivir, el miedo a disfrutarlo todo? ¿Y qué hay del amor?
Sí, el amor, esa cosa tan bonita
estúpida que te hace cosquillas en la boca del estómago, dolor de corazón y
enfermedad en los ojos. Que no te deja decir nada porque nada de lo que tengas
que decir es importante. Que te coloca su puño justo en la garganta y que te
hace pasar de un estado de éxtasis a lo más profundo del sótano de tu casa
bajando por las escaleras de la frustración, tristeza y él es-que-no-soy-lo-que-quiere.
Puede hacernos las personas más felices del mundo, puede hacernos soñar con
horizontes nuevos, puede hacernos ver un increíble mundo, puede, puede, puede…
Pero la clave del amor no es aprovechar todos los puede que nos propone, sino
recordar los momentos en los que llegas a tal estado que eres capaz de
imaginártelos solo. Solo eh, solo
solísimo, porque puede que la persona de enfrente, sí, justo esa que te estaba besando hace un rato
ni siquiera te incluya en su mañana, no porque no te quiera, sino porque te
quiere ahora, en ese momento, justo en ese instante y no piensa en los puede de
esa cosa a veces tan estúpida bonita, llamada amor.
Aprovéchalo, siente cada
segundo, exacto siente como se deslizan los segundos a tu alrededor cuando tu
tan solo puedes mirar los ojos de esa persona y podrías ahogarte en ellos.
Hazlo porque siento decirte, que también se acabará, que llegará un día que
miraras a los ojos a esa persona y no quedará nada, nada de lo que un día te
hizo creer en los puede y en los quizá, sí, no quedará nada de justo aquello
que te hizo creer en los imposibles.
Pero yo, desde aquí, desde la
otra parte de la ciudad o tal vez del país, te digo que todos llegamos al mismo
puerto, no el de la muerte eh, que también, me refiero a ese dónde llegamos los
desamparados del amor, a los que nos dejaron después de pensar que podíamos
comernos el mundo con un solo mordisco, y te digo que aunque cuando llegues
aquí, estés sumamente desolado, siempre aparecerá otro barco con unos ojos
todavía más bonitos que te mirarán y te dirán:
“Oye, inténtalo anda, si ya has
estado aquí, que no te de miedo regresar.”
Y yo desde aquí os digo, que sí,
es triste que te dejen o dejar, que aunque en ese momento el mundo caiga a tu
alrededor, alguien en algún lugar lo está montando y desmontando para ti. Que
lo realmente triste es vivir sin conocer el amor.